12.8.04

Destino.

Vacío. Así le parecía el mundo desde que él no estaba a su lado, desde que la abandonó para entregarse a los brazos de la muerte.

Ya no existían los olores, el tacto de los objetos era frío y viscoso y todo lo que veían sus ojos estaba teñido de gris. Tan sólo los latidos de su corazón le recordaban que estaba viva.

“Serviré y protegeré a mi Señor – le había dicho él – pero si he de morir, lo haré para proteger a una mujer. Es mi destino, está escrito desde el momento que nací y mi maestro lo predijo cuando yo aún era un niño. Y he decidido que esa mujer… serás tú”.

Aún recordaba aquellas palabras con claridad, aunque largos años habían pasado desde que él las pronunciara.

Una lágrima recorrió su mejilla.

¡Maldito sea el dios que decidió aquél destino! Sin ningún asomo de piedad, había hecho perecer al mejor hombre del mundo y, a la vez, había condenado a la muerte en vida a la mujer que le amaba.

¿Y de qué sirve estar vivo cuando ya no hay nada por lo que luchar?
¿De qué sirve estar vivo cuando la persona amada ya no está a tu lado?
¿Para qué vivir cuando la esperanza es una palabra cuyo significado te resulta desconocido?

Dedicado a Arashi y Sorata.