25.11.04

Revenge! - II: Meeting in Ganymede.

Tras abandonar el hospital, comenzó la búsqueda.

Habían transcurrido dos meses desde su vuelta a la vida y decidió que ya había descansado suficiente tiempo: de un día para otro vació su cuenta bancaria y compró una sencilla aeronave monoplaza de segunda mano, que le permitiría viajar a cualquier punto del Sistema Solar que desease. Entonces, recogidas sus escasas pertenencias de su casa de Tarsis, Zachary abandonó Marte, despidiéndose mentalmente de su paisaje anaranjado y de su antigua existencia.

Supuso que lo más correcto sería dirigirse a Ganímedes. Aquél era, sin lugar a dudas, el mayor pozo de vicio y maldad de todo el universo conocido. Nadie que quisiera tener una vida normal y corriente visitaba Ganímedes, nadie que respetara la ley pisaba Ganímedes jamás: el vicio, la sangre y la muerte tenían su cuna en aquél lugar y, desde allí, se extendían al resto de los mundos habitados como si de una infección se tratase. ¿Qué mejor lugar, entonces, para comenzar a buscar a una asesina? Era buena en su profesión, desde luego, y le costaría encontrarla. Pero la perfección no existe, algún día cometería un error y él lo aprovecharía. No tenía prisa, invertiría todo el tiempo que tuviese en su mano para llevar a cabo su venganza.

Pero él era una persona normal y corriente. No había luchado jamás en su vida, nunca había sujetado un arma. ¿Cómo acabaría con alguien con un historial de muerte como el de ella? Necesitaría ayuda, alguien que le enseñase a defenderse, a atacar ... a matar. Y estaba seguro de que en Ganímedes encontraría a la persona adecuada.

Así fue. No habían transcurrido muchos días desde su llegada al satélite, cuando conoció a Seishirou (*).



Zachary estaba sentado a la tenue luz de un bar mugriento, al tiempo que se aferraba con firmeza a un vaso de wishkey barato, cuando alguien se le acercó:

- Pareces estar buscando algo.

Zachary miró a quien le había hablado. Era viejo, rondaría los sesenta, pero se veía claramente que estaba en plena forma. Su caminar era seguro y acompasado como el de un bailarín y su constitución, delgada, pero trabajada, hacía ver que jamás había sido una víctima fácil. Zachary sintió un escalofrío recorrerle la espalda. ¿Iba ese hombre a matarle? Desde luego, tratándose de Ganímedes, era perfectamente posible que un desconocido asesinara a alguien sin tener motivo alguno. Sus músculos se tensaron, bebió un trago y contestó:

- Quizás.

El viejo se sentó en una silla vacía y acercó su cara arrugada a la de él, lo que permitió a Zachary observar fugazmente sus ojos. Eran tan negros como el espacio profundo y emanaban franqueza, pero también peligro. En ellos se podían leer cientos de historias de batallas pasadas, no todas vencidas, no todas perdidas. Quizás ... quizás podría ayudarle, así que se arriesgó.

- Una persona que debe morir.
- Si tienes dinero, lo haré gustoso.
- No me ha entendido. Yo mataré a esa persona, pero necesito ayuda: tengo mucho que aprender. El dinero no será problema.

El desconocido se levantó. Miró hacia algún punto perdido en el techo del bar. Parecía reflexionar. Tras unos segundos que a Zachary le parecieron infinitos, el viejo clavó sus ojos en él:

- Trato hecho. Mi nombre es Seishirou . Me llamarás Sensei.

Tendió la mano y Zachary, desprevenido, la tomó. Antes de que pasara un segundo, Seishirou había descargado un fuerte puñetazo en su cara. Esa fue su primera lección: nunca se debe bajar la guardia ante la presencia de un asesino. No dejaba de ser irónico, ya que, si Zachary hubiera pensado en eso antes, no se encontraría en esa situación.

Continuará







(*) Se prouncia "Seishiro", con o larga.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Qu'e raro

7:31 p. m.  

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