28.8.04

¿Vienes tú o voy yo?

Eran las seis de la tarde, y como cada día laboral, Laura salió del trabajo a toda prisa. No quería llegar ni un minuto tarde a su cita, así que corrió tanto como sus fuerzas le permitieron. A las seis y cinco ya había recorrido la calle Mayor y, tan sólo siete minutos y medio después, llegó a su casa.

Ni si quiera se paró a dar una caricia a Mimí, su gata persa, que esperaba frente a la puerta con ganas de juguetear con su dueña; pasó de largo y tiró el bolso y la cazadora en el sofá. Luego presionó el botón de encendido del ordenador y, mientras éste arrancaba, se preparó un capuchino. Cuando dio el primer sorbito, ya había iniciado sesión en su chat habitual.

Con una mezcla de alegría y ansiedad, paseó su mirada por la lista de nicks de la gente que se había conectado antes que ella… ¡allí estaba él! Con una sonrisa en los labios Laura saludó a su amor.

"luna nueva" dice: ¡hola, cariño! ¿Has estado esperando mucho tiempo?

Su nombre era Manuel, tenía su misma edad y vivía a cientos de kilómetros de distancia de ella, lo cual no les impidió conocerse y enamorarse a través de Internet. Llevaban seis meses chateando, durante los cuales se habían intercambiado fotografías, reflexiones, intimidades y promesas de amor eterno; lo único que les faltaba para consolidar su relación era verse y establecer contacto físico.

"claroscuro" dice: hola, mi amor. No te preocupes, llegué hace un par de minutos.

Habían intentado encontrarse varias veces, pero por alguna razón u otra, siempre habían surgido impedimentos debidos al trabajo, la familia y otros quehaceres. Sin embargo, volverían a intentarlo otra vez. A Laura, de profesión abogada, le habían concedido en el trabajo una semana de vacaciones como premio por haber ganado un caso de especial dificultad. Era, desde luego, una magnífica noticia y esperaba que aquella vez el deseado encuentro pudiera hacerse realidad. Se lo comunicó a Manuel y al tiempo que sentía mariposas revoloteando en su estómago, esperó su respuesta.

"claroscuro" dice: ¿Es eso cierto? ¡Magnífico! La galería esta funcionando muy bien, así que podré escaparme unos cuantos días. ¿Vienes tú o voy yo?

Iría ella, tenía muchas ganas de conocer Barcelona, ya que nunca había tenido oportunidad de visitarla. Pero lo mejor de todo es que él la acompañaría en todo momento. Laura estaba tan contenta que no cabía en sí de gozo.

Al día siguiente compró el billete de autobús, y unas horas después se encontraba en camino, con su maleta cargada de ropa, sueños y promesas. El viaje resultó demasiado largo para el gusto de Laura, parecía que el conductor hubiera decidido tomárselo con calma y conducir a la velocidad de un caracol. Deseaba levantarse y gritarle: ¡pisa el acelerador, maldita sea! Pero al fin y al cabo, era una mujer adulta, así que no se dejó dominar por aquella estúpida idea. Tras cuatro horas de tensión, el viaje concluyó.

Habían quedado en que Manuel la esperaría en la estación de autobuses, pero cuando Laura se bajó del autobús no lo vio por ningún lado. Se dirigió a la máquina de refrescos más cercana y sacó un bote de Coca-cola light. Resultaba gracioso verla dando sorbitos a la vez que recorría pequeños círculos que tenían como centro su maleta de viaje.

- ¡Laura!

Se giró sobresaltada al oír su nombre, pero el hombre que había gritado era un completo desconocido. Una chica que, segundos antes, había estado cerca de ella, salió al encuentro del extraño y se fundió con él en un largo abrazo. Se alegró por ellos y se imaginó el momento en que ella hiciera lo mismo con Manuel, lo que provocó que un montón de mariposas volvieran a hacerle cosquillas en el interior del estómago. Estaba muy nerviosa.

Pasó el tiempo, los segundos se convirtieron en horas y con las horas llegó la inquietud, que acabó dando lugar a la desesperación. ¿Qué ocurría? ¿Se había echado Manuel atrás? No, eso no era posible. Le conocía, él no era así… pero ¿le conocía de verdad? Había hablado con varias amigas suyas acerca de su relación, y a ninguna le había gustado la idea. “Enamorarse a través de Internet es peligroso, Laura”, le habían dicho, “¿Cómo sabes que ese hombre no te está mintiendo?”

No era la clase de reacción que le hubiese gustado en ellas, pero no podía culparlas. Eran sus amigas y se preocupaban por ella. La verdad es que no les había hecho demasiado caso, y ahí se encontraba: sola en una estación de autobuses de Barcelona y Manuel sin dar señales de vida.

La estación se vació para volver a llenarse después con los pasajeros que provenían de mil lugares diferentes de España. Laura sentía unas ganas enormes de llorar. Ya habían transcurrido cinco horas desde su llegada y estaba tentada de comprarse un billete de vuelta a Madrid y contarles a sus amigas lo ocurrido, para que la regañaran cariñosamente y le dieran ánimos. Quizás hasta conocería a algún madrileño que le hiciese poner los pies en la tierra y olvidarse de Manuel e Internet, ¿por qué no?

No se decidió hasta que otras dos horas se sumaron a las que ya llevaba esperando. Deprimida, se subió a un autobús que la llevaría de vuelta a casa, de vuelta a la vida real. Así había concluido su viaje relámpago a Barcelona. Quizás ya no volvería nunca a visitar esa ciudad.


Mientras todo esto ocurría, una vida se apagaba en un hospital barcelonés. Manuel había estado tan nervioso como Laura aquél día, tanto que caminaba por la calle sin atender a lo que ocurría, como si se encontrase en una dimensión aparte. Lamentablemente, el vehículo que le atropelló era tan real como la vida misma, y no se pudo hacer mucho por él. Su último pensamiento fue para ella: estaría sola, se sentiría engañada, le odiaría. Y el no podría hacer nada para sacarla de su error.

1 Comments:

Blogger El Aprendiz said...

He estado dudando si postear porque tampoco sabía que poner...

Me gustó mucho. Quería escribir algo más que un simple " me gustó", pero como no me sale, no puedo hacerlo.

5:43 p. m.  

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