23.12.04

Revenge! - III: Master and apprentice.

Durante el año que pasó como alumno de Seishirou, Zachary descubrió algunos aspectos de su cuerpo que le sorprendieron profundamente: ni siquiera antes de quedar en coma había sido tan ágil y fuerte, acostumbrado como había estado a una vida relajada. El entrenamiento era duro y, durante los primeros meses, al final de cada sesión acababa agotado; pero con el paso del tiempo su resistencia al cansancio creció hasta límites insospechados. Su maestro, además, solía aprovechar cualquier instante para arrojarle lo primero que su mano encontraba - piedras, pedazos de madera, balas - para que Zachary las esquivase y mejorase su velocidad de reacción. A consecuencia de esto, decenas de magulladuras adornaron su cuerpo durante mucho tiempo, pero acabó por aprender a estar alerta en todo momento, sin dejar jamás de concentrarse en la actividad que tuviera entre manos. Cuando no encontraba nada que arrojar, Seishirou simplemente intentaba golpearle. Así, algunas veces, un entrenamiento normal acababa dando paso a una auténtica pelea.

Se podía decir que maestro y alumno habían llegado a un común entendimiento. No eran amigos, ya que entre ellos seguía existiendo un cierto grado de desconfianza del que jamás se desprenderían - su supervivencia en un entorno hostil como el de Ganímedes así lo requería. Pero se respetaban, y no habían necesitado intercambiar palabras para que ambos conociesen el origen del respeto del otro: Zachary no creía que exisistiese alguien más fuerte e inteligente que Seishirou y, por su parte, Seishirou creía en Zachary y en las motivaciones que éste tenía para hacer lo que hacía.

No siempre fue así. La relación entre ellos tardó bastante en estabilizarse. De hecho, Zachary no había querido contarle nada sobre su pasado, aunque ello no fue impedimento para que Seishirou lo descubriese. El aprendiz jamás olvidaría aquella ocasión en que su maestro, repentinamente, le dijo:

- Aunque pretendas esconderlo, todo tu ser lo revela. La amabas, ¿verdad?

Aquella pregunta había pillado a Zachary totalmente desprevenido y el maestro rió secamente ante la amalgama de emociones que su rostro revelaba. Enfadado por su descuido, Zachary respondió:

- Si, Sensei.
- ¿La amas?
- No, Sensei – respondió de nuevo, al tiempo que le volvía la espalda.
- ¡Mientes! Y no te podré ayudar si no me lo cuentas todo. ¿La amas?

Zachary, aún de espaldas a Seishirou, suspiró audiblemente:

- Con todo mi corazón...
- ¿A pesar de lo que hizo?
- A pesar de ello, Sensei.
- Entonces, ¿estás seguro de querer hacerlo?

En aquél momento, Zachary encaró a su maestro y, con firmeza, dijo:

- Totalmente, Seishirou-sensei.

Ese día había constituido un punto de inflexión en la relación de Zachary y Seishirou. Desde entonces, el aprendiz entrenó más y mejor, y el maestro, comprendiendo al fin la tremenda prueba la que su alumno se vería enfrentado, fue más duro con él. Por aquél entonces comenzaron a buscar pistas de la situación de la asesina. No era muy conocida, pero había algunas personas en aquél lugar que sí sabían de ella. Las pistas fueron al principio, bastante turbias. Algunas no le decían nada nuevo: “pasó mucho tiempo en Marte”, le habían dicho, pero eso no constituía ninguna novedad para Zachary, sabía qué había hecho ella en aquél lugar. Otros apuntaban vagamente a que había tenido intereses en Plutón y algunos incluso la daban por muerta, pero él sabía que esto último no era cierto. No sabía decir por qué, simplemente... lo presentía.

Zachary no se desanimó por aquella confusión de datos. Simplemente continuó entrenando duramente, mientras esperaba que el destino le diese un golpe de suerte. Comenzó a entrenarse en el manejo de las armas de fuego bajo la tutela de su Sensei, y acabó por dominar especialmente la pistola MP-446 Viking que su maestro le había regalado, y respecto a la cual él le había dicho:

- Con esta arma matarás a la bestia.

Faltaba poco para que se cumpliese un año de su estancia en Ganímedes, cuando el tan deseado golpe de suerte tuvo lugar, y éste apareció en la forma de un contrabandista de aspecto demacrado, cuyo gusto por las drogas duras se hacía evidente en toda su persona, aunque especialmente en sus ojos. Éstos, excesivamente enrojecidos y vacíos de toda expresión, se paseaban nerviosos por cada uno de los billetes que componían el fajo que Zachary le había dado como pago por la información. No parecían poder estarse quietos, y pasaban a increíbles velocidades del dinero al aprendiz, de éste a su maestro, y del maestro al vaso de licor que yacía al lado del peculiar personaje. Al cabo de unos segundos, sus labios agrietados liberaron un nombre:

- Titán.
- ¿Titán? – dijo Zachary – ¿y cómo sé que no me estás mintiendo?
- Titán… es un lugar muy especial, muy tranquilo. Allí cualquier crimen cuya envergadura supere al mero robo de una aeronave se convierte en la comidilla del todo el satélite durante meses, justo al contrario que en el resto del Sistema Solar. Puede ocurrir un tiroteo en la Tierra, en Marte o incluso en Plutón, y nadie le da importancia. Pero nuestro querido Titán es distinto. Hace poco se cometió allí un brutal asesinato: una mujer acribilló a tiros a un pobre y desconocido muchacho que, por supuesto no ha vivido para contarlo. Pero hay testigos y todos están de acuerdo en la descripción de la asesina. La cual, ¡qué casualidad! concuerda con la descripción que has hecho. ¿No me crees? ¡Mira las noticias!. Titán ha sido sellado y nadie sospechoso puede salir del satélite. Es muy probable que la mujer a la que buscas no haya podido escapar. Estará escondida, esperando un milagro que le permita escapar.

“Esperándome a mi”. Zachary asintió despacio al tiempo que se levantaba y salía del bar, seguido de Seishirou. Era ella, sin duda. Y tal y como él había supuesto hacía un casi año, había cometido un error que él ahora iba a aprovechar.

Continuará